Escúchalo o léelo, tu decides ?

Huele a café. Desde mi cuarto escucho la cafetera en la cocina y el sonido rítmico del café cayendo en gotas me hace pensar que hoy es una mañana comun y corriente. Esas mañanas en las que me levanto a ingresar números mientras me despierto con cada sorbo de café. Pero hoy no. Hoy no es una mañana usual. Cuando me giro y veo mi cama, ambos lados están destendidos. Ya no estas aquí, pero mi cama todavía no se ha despedido de tí… como yo.

Pensaba poder seguir con mi día y tratar de olvidar lo que pasó anoche porque solo sé que no sé cuando te volvere a ver, pero no puedo ignorar las sabanas arrugadas. No puedo ignorar el hecho de que mi cama huele a tí. Si me vuelvo a acostar en tu lado es como si todavía estuvieras conmigo y puedo revivir lo que pasó… Entonces cedo. Dejo mi computador prendido y casi por instinto, me acuesto en tu lado.

Mirando al techo me pregunto, ¿en qué momento de la noche este lado de mi cama dejó de ser mío? Tratando de recordar el momento, me giro para poder olerte mejor y apenas pongo mi nariz en tu almohada, ya obtengo mi respuesta. Este lado se convirtió tuyo cuando empezó a oler a tí.

Cierro los ojos y huelo. El café desparece. Ya solo estas tú. Agarro la almohada con más fuerza. No quiero dejar de olerte. A medida que aprieto más la almohada, con más detalles revivo la noche. Me acuerdo de como yo agarraba la almohada mientras tu estabas tocandome mi espalda con las suaves yemas de tu dedo. Descubrias mi piel, pero yo sentía como si ya estuvieras escribiendo un poema en braile… De la nada paraste. Me voltee a verte porque no comprendía y ahi fue que cogiste una botella de agua fría y te mojaste las manos. Yo no sabía que esperar, pero no te dejaste llevar por mi impaciencia. Fuiste paciente. Dejaste que pequeñas gotas cayeran de tus dedos y recorrerían mi espalda. Yo sentía cada recorrido de cada gota y cuando las gotas se acercaban a mi cola, ahi ya no me pude contener más y te dije “por favor.”

Me miraste y … shhh. La maquina de café acaba de sonar. El café ya está listo. Abro los ojos y con mis dedos trato de recrear los ríos que creaste anoche, pero hoy ya no son ríos, son valles que tienen trazos de tus uñas…

Por María Paula Arboleda